Right to Copy

Hoy me apetece justificar mi categoría moral en lo que se refiere a mi falta de respeto por la nueva Ley de la Propiedad Intelectual, el tristemente famoso Canon y la infame Sociedad General de Autores y Editores.

Pongamos como ejemplo a un honrado cultivador de melones que riega la tierra con su sudor para producir tan dulce fruto. El susodicho agricultor se deja el lomo preparando y cuidando el terreno, asegurándose el buen discurrir de su cultura melonar... y por ello merece mi respeto. Cuando los melones están listos, se los vende a un famoso-pero-mediocre centro comercial que subirá el precio con manifiesta usura, a la vez que reducirá la calidad final del producto debido a un negligente almacenaje.

Ahora bien, yo quiero comer melón pero no puedo o no quiero pagar lo que me piden por él. Decido robar melones. Puedo ir al terreno de cultivo y hurtarlos allí, causando fragante perjuicio al honorable cultivador; o bien, puedo sustraer la mercancía de la famosa-pero-mediocre gran superficie, reduciendo de forma inapreciable su margen de beneficios.

Ambos casos entran dentro del ámbito prohibitivo del Octavo Mandamiento, siendo igualmente ilegales pero claramente diferentes en lo que se refiere a la ética intrínseca de la acción misma. Y lo que es más importante en esta hipotética historia es que en ninguno de los casos de rapiña frutal se puede hablar de piratería, pues para eso tendría que vender en el mercado negro los malversados melones.

Y he aquí que llegamos al punto álgido de la polémica si resulta que, además de afición a los melones, poseo conocimientos de jardinería/biología y decido comprar un melón, pero, en lugar de consumirlo lo utilizo, para procurarme mi propio melonar por clonación con las modificaciones genéticas que más me gusten. Por último me dedico al reparto de melones clónicos con ánimo de lucro.

-He pagado por un melón.

-He clonado el melón.

-Vendo melones clónicos.

¿Soy un Pirata? ¿Tiene derecho la SGAE a cobrarme un canon por el material de laboratorio necesario para la clonación? ¿Y por las bolsas y cajas para transportar melones?

Esta psicomasturbación metafísica sólo pretende poner de manifiesto lo absurdo del canon digital y recordar que el concepto de propiedad intelectual se acaba en reconocer la autoría de una obra cualquiera, no el pago por su uso.

Y como no puedo resistir la tentación de llamar Ladrones a todos los miembros de la SGAE, lo haré con una recomendación: lean ustedes las novelas del Mundodisco de Terry Pratchett con especial atención al Gremio de Ladrones de Ankh-Morpork.