Babel

Cuentan que hubo un tiempo en el que toda la humanidad hablaba con una sola lengua y que el castigo de un dios orgulloso y terrible nos condenó a la confusión y nos dispersó por la faz de la Tierra.

Con el paso del tiempo los adoradores de aquella deidad rencorosa llegaron a todos los confines del mundo. Destruyeron a todo el que se les oponía, así como su cultura y sus ídolos. Prohibieron los idiomas bárbaros y promulgaron el derecho natural, una falsa moral a la que llamaron Ética, para beneficio de los que, por la fuerza, impondrían el monoteísmo al mundo entero.

Aquellos seres ansiosos de poder terrenal olvidaron las verdaderas fuerzas que mueven la vida. Aquellos seres, imbuidos por una maldad instintiva, acabaron luchando entre sí. Destruyeron lo poco que les quedaba de la espiritualidad que antaño nos diferenció de los demás seres de la creación. Matizaron los recuerdos y transformaron el Bien y el Mal. Avocaron el destino de cada individuo, mataron la libertad.

Hoy, los monoteístas herederos de aquella cruzada están divididos y dispersos, pero siguen atacando la cultura, destruyendo los baluartes de la libertad que aquí y allá levantamos con esfuerzo todos los que creemos en la Ciencia, la Naturaleza, la Energía, el Planeta... todos los que, en definitiva, creemos en más de un dios.