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Greca

lunes, 9 de junio de 2008

Síndrome de Casandra

Casandra Cassandra Kasandra Kassandra

Casandra era hija de Príamo y Hécuba, Reyes de Troya. Casandra debía de ser realmente hermosa, pues el propio Apolo quiso tener “un hacer” con tan fermosa sacerdotisa. Ella, consciente de su poder femenino (tiran más dos tetas que un caballo de madera), negoció el ansiado frinkamiento a cambio del poder de la profecía.

Apolo, incauto promiscuo, le otorgó el Don con todos sus extras (Clarividencia, Interpretación de Sueños...) y se dispuso para el encuentro carnal con la pérfida Casandra, que, una vez obtenido los poderes adivinatorios, se negó a frinkar (con alguna de esas excusas que todos hemos oído en alguna ocasión) y cuando abrió la boca para reírse del rígido y tenso Apolo, este le escupió en la boca materializando así la maldición que acabaría enloqueciendo a Casandra: mantendría el poder que le había sido dado pero nadie creería en sus palabras.

Casandra profetizó el asedio y caída de Troya en cuanto vio aparecer a Helena de la mano de Paris. Sus padres pensaron que estaba loca y esa condescendencia con la que se trata a los dementes no agresivos acabó por destrozarle los nervios y minar su cordura.

Al final de la guerra acabó siendo regalada como concubina a Agamenón, Rey de Micenas, al que previno contra su mujer, Clitemnestra, y el amante de esta, Egisto. Clitemnestra mató a Casandra, mientras Egisto hacía lo propio con Agamenón.

El Síndrome de Casandra (o Complejo de Casandra) es sufrido por los incomprendidos, los ignorados y los desacreditados. Y es que ya es bastante malo que te secuestre una pandilla de científicos extraterrestres que nunca han oído halar del código deontológico, o que un alma en pena sin amigos escoja tu cerebro como hogar y a ti como su confidente, para que encima te quieran encerrar en un manicomio “por tu bien”.

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