Hubo plantado Dios desde el principio un delicioso jardín en Edén, al este, en el que colocó al hombre que había formado, y en donde Dios había hecho nacer de la tierra misma toda suerte de árboles hermosos a la vista, y de frutos suaves al paladar; y también, en medio del paraíso, el Árbol de la Vida y el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal.
Génesis II, 8-9
El otoño es tiempo de setas.
Es un error generalizado pensar que las setas son vegetales y, en la antigüedad, algunas especies de hongos parásitos y micorrizos eran consideradas el fruto del árbol colonizado.
Y he aquí que un antiguo animal protohumano se alimentó reiteradamente de lo que parecía el apetitoso fruto de un árbol, y este fruto le abrió los ojos y le hizo ver que estaba desnudo, le hizo consciente de su propia existencia y le diferenció de los otros seres vivos. Alimentó a su familia y se irguieron liberando sus extremidades anteriores, alzaron la vista por encima de los arbustos y vieron que el mundo era grande, y que estaba lleno; y diéronse cuenta de que necesitaban nombrar lo que veían, y lo que usaban y comían, y también necesitaron nombres para ellos mismos. Eran libres. Antes lo fueron, pero ahora lo sabían.
Con el tiempo encontraron más Frutos del Saber, aprendieron a distinguirlos y supieron que debían usarlos con mesura, pues algunos hermanos no volvían del viaje y pasaban el resto de sus días alejados de la realidad. El Árbol del Conocimiento otorgó una curiosidad insaciable a sus descendientes que se dispersaron en todas las direcciones y reinaron en el mundo.
El otoño es tiempo de setas.
La seta es el aparato esporífero del hongo, el cuerpo reproductor o fructífero. Ni animal ni vegetal. Los hongos pertenecen a un reino propio, el Reino Fungi.
Hay setas comestibles y setas venenosas... y setas capaces de mostrar a quien las come su propia alma. A veces, al mirar en el interior de uno mismo, se ven cosas para las que no se está preparado, y esta verdad puede destruir la cordura.
Durante siglos hubo personas dedicadas a correr el riesgo y pasear entre dimensiones para beneficio de la comunidad y progreso de la humanidad. Pero los tiempos modernos cambiaron las prioridades, la falsa moral de las religiones civilizadas censuró las actividades espirituales paganas y condenó la Búsqueda; los pocos hombres de ciencia que intentaron dar explicación empírica a los efectos de las sustancias enteógenas fueron tildados de locos e imprudentes. Fueron maltratados por la historia.
... Y aquel animal ensoberbecido dejó de avanzar.